Parece que poco se puede escribir que no se haya hecho ya acerca de la serie House o del doctor del honónimo nombre. Pero haciendo referencia a lo que escribí en mi primera entrada en este blog, creo que lo más interesante siguiendo los criterios que expuse no se ha dicho.
Bajo el aspecto de borde, irónico y mal educado se esconde el genio médico y humano. El médico es obvio, el humano aparece en pocos capítulos, dejando una reflexión en el aire de gran altura existencial.
Es de subrayar que él, House, es médico pero además enfermo (tiene una dolencia que le provoca cojera) y tal vez ese es el motivo por el que se niega ver a los enfermos, como enfermos, de ahí su bordería; pretendes tratarles como a personas sanas de la calle, precisamente porque el se niega a reducirse a ser eso, un enfermo.
En la serie nos sorprende el jefe del equipo de diagnóstico, haciéndose preguntas acerca de la vida y de la muerte, de las relaciones humanas, del sentido de todo, aunque a veces en sus respuestas o conclusiones nos parezcan desacertadas, algo que a mi personalmente no me importa. Lo importante son las preguntas, que podríamos llamar como definitivas, que se hace el protagonista, porque son la brújula que en la vida nos orienta.
A lo largo de la historia de la televisión, nos resultan interesantes las series de médicos o de hospitales, pero en House no se censura las preguntas, que afloran a los protagonistas cuando son testigos del dolor. En otras series sobre medicina, estas preguntas se omiten y parece que lo que interesan son las vidas de los protagonistas en un sentido superficial, que podíamos llamar de corazón.
Os invito a visionar la serie con esta perspectiva, de este modo os seducirá y os desafiará en sus planteamientos, incluso en los médicos ¿qué pasa cuando el mejor médico del mundo ha hecho un certero diagnóstico y una intervención fabulosa, y sin embargo el paciente muere?, si quieren más dosis de realidad estén atentos a la serie.
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